La intensidad de un incidente traumático varía de una persona a otra.
El trauma de la infancia puede variar desde un miedo paralizante al abandono hasta el abuso físico y cualquier cosa entre los dos.
Muchos adultos se ven forzados a lidiar con el trauma que experimentaron cuando eran niños a lo largo de sus vidas.
Este artículo será válido para quien haya tenido que enfrentarse a algo traumático en su infancia.
A veces, simplemente escondemos las cosas porque es más fácil que lidiar con ellas. Incluso lo hacemos inconscientemente para protegernos en ese momento. Pero es importante tratar estos temas para que finalmente podamos liberarnos de esa carga.
7 comportamientos compartidos por adultos que pasaron por un trauma a una edad temprana:
1. Ataques de pánico recurrentes
Aquellos que han tenido que lidiar con el trauma en los primeros años de vida, a menudo luchan con la ansiedad a medida que envejecen.
Les resulta difícil procesar muchas cosas de una sola vez. Lo que sufrieron cuando eran niños todavía les influye al ponerlos muy nerviosos. Siempre están mirando por encima del hombro porque ven el mundo entero como una amenaza. Es por eso que a menudo se asustan incluso cuando saben que realmente no hay motivo para asustarse en esa situación. Tienen que sufrir ataques de pánico cada vez que lidian con el más mínimo estrés.
2. Cómo arreglárselas
Cualquier experiencia traumática de la infancia puede transformar completamente el resto de tu vida. Estarás ansioso porque quieres estar seguro de que nunca más estarás en una situación como esa, o en una situación similar, nunca más en tu vida. Esto te hace ser muy cuidadoso en todo momento y no estar dispuesto a correr riesgos, aunque sepas que son importantes. Te gusta quedarte donde te sientes cómodo, incluso si eso significa que te estás conteniendo para no alcanzar todo tu potencial. Simplemente completas todas las tareas necesarias para salir adelante, pero no te esfuerzas por ser la mejor versión de ti mismo que puedas ser.
3. Ser abrumado por el miedo
El trauma puede lastimarte de cien maneras diferentes, algunas de las cuales tal vez no te dés cuenta hasta que seas mucho mayor. Parte de esta experiencia es la fobia que desarrollas a ciertas cosas porque tu mente las asocia con el dolor que tuviste que pasar. Puede ser cualquier cosa, desde el miedo a cierto tipo de alcohol hasta miedos más paralizantes como el de estar dentro de un vehículo en movimiento y así sucesivamente. Es importante tratar de vencer este miedo antes de que empieces a controlar cada aspecto de tu vida. Nunca sabemos cuándo nos encontraremos con algo que nos puede hacer estallar, así que es mejor tratar de resolver nuestros problemas porque sabemos que esas cosas ya no tienen el poder de lastimarnos.
4. Convertirse en un recluso
Cuando has pasado por tanto, a veces es más fácil esconderte de la compasión, la simpatía, la culpa y todas las demás emociones que el resto del mundo tratará de proyectar en ti, aunque no estén cerca de ti. Puede que odies las miradas de lástima o que temas que otros te juzguen duramente. Asegurando que solo salgas a la sociedad cuando lo necesites, te escondes de las miradas entrometidas de todos los demás. Esto se denomina trastorno de ansiedad social y no olvides que siempre puedes buscar ayuda para ello.
5. Convertirse en pasivo-agresivo
Por lo general es más fácil andar con rodeos que enfrentar directamente la causa de tus problemas. Cuando las personas están demasiado asustadas para hacer esto último, pasan mucho tiempo tratando de reprimir la ira y el resentimiento que se ha apoderado de su interior. Mientras que a veces pueden tener éxito, algo de esto eventualmente comenzará a encontrar su salida. Puede que no estés listos para la confrontación directa, pero empiezas a lidiar con ella de una manera pasivo-agresiva en un esfuerzo por permanecer sutil mientras consigues transmitir tu punto de vista. Podrían pensar que estás evitando la negatividad pero sólo te estás mintiendo a ti mismo.
6. Un estado de tensión constante
Esa experiencia traumática probablemente terminó hace mucho, mucho tiempo, pero a algunas personas les cuesta dejarlo ir. Son muy conscientes de que sus circunstancias han cambiado, pero siempre se preparan para que esos problemas vuelvan, algunos incluso inconscientemente. Su cerebro está atascado en el principio de la huida y la lucha y esto causa una buena cantidad de conflictos internos. Están en un estado de tensión constante que les impide vivir la vida como debe ser. Nunca se despreocupan de nada. Esto se ve generalmente en los sobrevivientes de abuso físico, pero también ocurre en aquellos que han tenido crisis nerviosas debido al exceso de estrés.
7. Victimización de sí mismos
Esto es lo que sucede cuando la víctima de algún tipo de trauma se acostumbra demasiado a ese papel. Han sido tratados como víctimas indefensas durante tanto tiempo y por tantos que realmente empiezan a creerlo. Pero una vez que la atención pasa, se quedan solos, sintiéndose como si estuvieran flotando solos en la vida. Tratan de lidiar con ello aceptando aún más el papel de víctima. Encuentran más seguro recibir órdenes que darlas. Obedecerán incluso si no están de acuerdo con la orden que se les ha dado. Se sienten mucho más seguros de esta manera.
«LA DISOCIACIÓN ES LA RESPUESTA COMÚN DE LOS NIÑOS A LOS TRAUMAS REPETITIVOS Y ABRUMADORES Y MANTIENE EL CONOCIMIENTO INSOSTENIBLE FUERA DE LA CONCIENCIA. LAS PÉRDIDAS Y LAS EMOCIONES ENGENDRADAS POR LOS ATAQUES AL ALMA Y AL CUERPO NO PUEDEN, SIN EMBARGO, MANTENERSE INDEFINIDAMENTE. EN AUSENCIA DE EXPERIENCIAS REPARADORAS EFECTIVAS, LAS REACCIONES AL TRAUMA ENCONTRARÁN SU EXPRESIÓN. A MEDIDA QUE EL NIÑO CREZCA, IRÁ VOLCANDO LA RABIA SOBRE SÍ MISMO O LA HARÁ ACTUAR SOBRE LOS DEMÁS, DE LO CONTRARIO TODO SE CONVERTIRÁ EN UNA LOCURA«.
– JUDITH SPENCER.