El miedo tiene muchas caras. Las más obvias pueden apagar completamente la vida de una persona. Por ejemplo, una persona con trastorno de pánico podría dejar de conducir o no poder salir de casa sin un ser querido.
Pero el miedo también puede ser sutil -casi irreconocible- y puede paralizarnos de maneras mucho menos aparentes. De hecho, parte de lo que hace que estas formas de miedo sean particularmente dañinas es que sus efectos no son dramáticos. Se esconden en las miles de decisiones aparentemente pequeñas que tomamos y pueden influir profundamente en el curso de nuestras vidas.
A continuación, se incluyen algunas de las formas más comunes en las que el miedo se introduce:
- Rechazar buenas oportunidades de trabajo por miedo al fracaso
- Ceder a la ira impulsada por el miedo, como en el caso de la ira al volante
- Manteniéndonos conformistas porque tememos las expectativas de demasiado éxito
- Evitar la intimidad porque requiere vulnerabilidad
- Involucrarse en continuas preocupaciones de bajo grado que drenan la alegría de la vida
- Basar las decisiones en lo que pensamos que los demás esperan de nosotros en lugar de lo que queremos
- No expresar nuestras necesidades por miedo a que no se satisfagan
- Ser no asertivos en las relaciones para que no les caigamos mal a los demás
- Comer más allá del punto de estar lleno para apagar una vaga inquietud
- Buscar distracciones constantes para evitar la incomodidad de estar a solas con nosotros mismos
Si queremos liberarnos y vivir más plenamente, tenemos que reconocer el miedo en sus formas sutiles y habituales. Una persona puede reconocer, por ejemplo, que el miedo la lleva a evitar situaciones sociales informales, lo que limita sus oportunidades de tener conexiones significativas. O podríamos aceptar que la frustración que sentimos hacia un ser querido que no quiere tener una cita médica proviene de nuestro miedo a perderlos.
Una vez que hemos definido correctamente el miedo, tenemos muchas opciones para lidiar con él.
Podríamos usar un enfoque cognitivo en el que examinamos la probabilidad real de lo que tememos. A menudo, el resultado más probable es mucho mejor de lo que nuestro miedo nos hace creer.
También podemos responder con comportamiento, como decidir hacer algo nuevo precisamente porque nos asusta. Cuando deliberadamente enfrentamos nuestros miedos de frente, enviamos un poderoso mensaje a nuestras mentes y espíritus de que no estamos controlados por el miedo.
Finalmente, podemos usar los principios de la conciencia consciente para enfocarnos en el presente, aceptando la incertidumbre inherente a todos los aspectos de la vida. Concentrarse en unos pocos ciclos de respiración es una manera simple pero poderosa de centrarnos, lo que nos permite una mayor flexibilidad en la forma en que respondemos al miedo.
¿Cómo está apareciendo el miedo en tu propia vida? ¿Hay formas en que guíea tus acciones que quizás no hayas notado? Considera la posibilidad de hablar con alguien en quien confíes acerca de un plan para enfrentar un temor, incluso a partir de hoy. Nada puede detenernos cuando estamos decididos a vencer nuestros miedos.
Artículo original por Seth J. Gillihan. Psicólogo y profesor clínico asistente de psicología en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Pennsylvania.