2018, me enseñaste mucho.
Me enseñaste a ver mis pérdidas como un peldaño hacia algo más grande. De ti, aprendo a ver el potencial ilimitado al final de una historia. Empiezo a aceptar que están allanando el camino hacia la dirección en la que debo ir y entender que cada error y fracaso me está llevando al éxito final.
Solía asociar el final con el arrepentimiento y el miedo de que las cosas nunca volverían a ser como antes. Pero ahora, he llegado a ver que después de cada despedida, es el principio de un nuevo comienzo lo que necesito. Que cuando algo termina, no hay motivo para alarmarse o temer que mi vida esté empeorando. En vez de eso, debo concentrarme en la abundancia de nuevas oportunidades y bendiciones que vienen en mi camino.
Me enseñaste a dar un salto de fe cuando mi más profunda inseguridad casi me prohibió dar ese paso. Me permitiste creer en esa débil esperanza que susurraba: «¿por qué no?» cuando estaba atormentado por la miseria. Has estirado mi zona de confort al obligarme a enfrentarme a mi miedo en lugar de huir. Probaste mi capacidad de resistencia, mi persistencia y mi determinación de vivir verdadera y auténticamente, y me alegré mucho de superar los desafíos y ser yo mismo.
A través de ti, aprendí que el cambio puede ser doloroso, pero a menudo es necesario. Es mejor armarme de valor y aprovechar mi oportunidad con las posibilidades desconocidas pero ilimitadas que quedarme atascado en una historia que había terminado. Es mejor tener fe en que algo hermoso está viniendo que quedarse atrapado en el pasado continuamente. Es mejor seguir adelante y tratar de vivir una vida de arrepentimiento que preguntarse siempre qué pasaría si.
Me enseñaste a ver el presente como un regalo que me es concedido cada día. Hiciste hincapié en que el pasado es el pasado por una razón y siempre debo mirar hacia adelante. Me hiciste entender que todo sucede por una razón y son las lecciones de ayer las que me hacen ser el individuo fuerte y decidido que soy hoy.
2018, tus lecciones son duras pero oportunas.
Debajo de tu dureza y de la emoción de la montaña rusa, me ofreces esperanzas, optimismo y fe en que puedo superar las abrumadoras probabilidades que hay en mi contra. No ha sido fácil superarte. Hubo tormentas y tiempos oscuros persistentes en los que pensé que no podría sobrevivir. Hubo lágrimas y corazones rotos cuando todo lo que quise fue lamentarme por mi mala suerte y revolcarme en mi negatividad. Pero también hubo buenos momentos en los que mi trabajo duro fue recompensado y mi fe me llevó al final del túnel. Hubo dulces victorias y triunfos cuando me negué a sucumbir al miedo y a lograr lo que creía imposible enfrentándolo con valentía.
A lo largo de todo tu camino y tribulación, me permites encontrar la fuerza que nunca supe que tenía. Aprendo que cada experiencia es una valiosa lección que me anima a dar un paso más hacia mi sueño. Aprendo a confiar en mí mismo que puedo hacer cualquier cosa que me proponga. Aprendo a amar a la persona que soy y poco a poco voy creciendo.
Gracias 2018 por todas las lecciones. Gracias a ti soy una persona completamente nueva de la que solía ser hace un año.
Artículo original por Liane White.