Gracias por estar en mi vida aunque mi vida me haya alejado kilómetros y kilómetros de ti, todavía puedo sentirte a mi lado.
Gracias por levantarme siempre cuando estoy deprimido, incluso cuando tienes que hacerlo a través de videollamadas y una débil conexión a Internet.
Gracias por ser el mismo viejo amigo con el que crecí, incluso si ahora estás casado y tienes hijos.
Gracias por romper todas las barreras de la distancia y el tiempo cuando nos volvemos a encontrar y descubrimos que nada ha cambiado.
Gracias por darme un vínculo y una amistad que vivirán y morirán conmigo. Gracias por ser un ejemplo de amistad que perdura sin importar lo que la vida nos depara.
Gracias por darme las mejores reuniones y las más cálidas bienvenidas.
Gracias por creer en mí incluso cuando no entiendes lo que hago.
Gracias por ser de los que todavía me cuidan cuando estoy hecho un desastre.
Gracias por seguir siendo mi compañero cuando nos reunimos, dándome aventuras e historias locas por todo el mundo.
Gracias por viajar para encontrarnos a mitad de camino y gracias por cruzar el océano para verme.
Gracias por quererme sin importar cómo me han cambiado los años.
Gracias por permitirme cambiar, por permitirme crecer y por asegurarme que siempre estarás ahí para lo bueno y lo malo.
Gracias por todo lo que has hecho y por todo lo que aún haces.
Pero más que nada, gracias por hacerme sentir seguridad al saber que dondequiera que la vida me lleve, siempre podré volver a ti. Siempre puedo encontrar un hogar en ti.
Gracias por no dejar que el tiempo y la distancia definan nuestra amistad.
Gracias por perdonarme por todas las veces que no estuve allí.
Y por último, gracias por salvarme de todas las dificultades, todos los obstáculos, los días autodestructivos y las noches de autodestrucción.
Gracias por ayudarme a encontrar mi camino cuando estoy perdido y por abrirme tu puerta cuando ni siquiera había llamado.