El estrés es inevitable en la vida moderna. Pero el agotamiento de un turno de trabajo de 12 horas o el aumento de adrenalina de una llamada cuando se esté conduciendo en pleno tráfico de la carretera palidece junto al tsunami emocional y físico al que se enfrentan las personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT). La afección afecta a millones de personas -se estima que el 8% de las personas- en algún momento de sus vidas.
Los veteranos militares son especialmente vulnerables – 20% de los que sirvieron en Irak y Afganistán regresaron a casa con TEPT o depresión. Y más de 350.000 miembros del servicio militar han sido diagnosticados con lesiones cerebrales traumáticas desde el año 2000, muchos de ellos con problemas cognitivos o mentales como resultado. La alarmante tasa de suicidios entre los veteranos -20 terminan sus vidas todos los días- es testimonio de heridas psíquicas que permanecen mucho tiempo después de que termina el combate. Si podemos entender por qué algunas personas desarrollan ansiedad, depresión, problemas de memoria y otros síntomas después de un trauma mientras que otras emergen relativamente ilesas, podremos ayudar a prevenir e incluso a revertir el TEPT.
El TEPT y la lesión cerebral traumática a menudo se denominan «heridas invisibles», y son exactamente eso: cambios sutiles en la estructura y función del cerebro que pueden devastar el estado de ánimo, el estado mental y el control de los impulsos de una persona. Los síndromes traumáticos que se asemejan al TEPT se han descrito al menos desde principios del siglo XX. Sin embargo, en el siglo XXI todavía no tenemos pruebas objetivas para diagnosticar la enfermedad. Aunque la psicoterapia puede ser efectiva como tratamiento de primera línea para algunos, sólo la mitad de los pacientes responden al tratamiento y menos logran una remisión completa. Nuestra incapacidad para predecir quién responderá a un tratamiento dado, y por qué, habla de una falta fundamental de conocimiento sobre las raíces del TEPT.
Afortunadamente, los recientes avances en imagenología cerebral, genética y otras áreas están enfocando estas heridas invisibles. La promesa de estas tecnologías está ilustrada por el programa Global PTSD Genetics, que reúne a más de 40 centros académicos de todo el mundo para compartir muestras de ADN para su análisis. El objetivo es comprender las bases genéticas del TEPT y obtener información sobre sus causas que puede resultar en mejores diagnósticos y tratamientos. Cohen Veterans Bioscience (CVB) encabeza el esfuerzo en colaboración con el Stanley Center del Broad Institute y el Psychiatric Genomics Consortium (PGC).
Con millones de veteranos y civiles sufriendo – muchos de ellos en silencio – tenemos la responsabilidad moral de avanzar tan eficientemente como podamos en el desarrollo de mejores maneras de diagnosticar y tratar el TEPT y las lesiones cerebrales traumáticas. Deberíamos hacer una investigación más coordinada y más inteligente, para que nadie que experimente un trauma tenga que sufrir sus efectos durante toda su vida.
Artículo original por Magali Haas. Psicóloga y Presidente y CEO, Cohen Veterans Bioscience.