Ojalá pudiera dejar de extrañarte. Ojalá pudiera dejar de jugar a través de escenarios de lo que pudo haber sido y donde todo salió mal. Ojalá pudiera seguir adelante. Ojalá pudiera dejarte ir, a ti y a nosotros. Pero, en este momento, desear cosas es todo lo que hay, porque la realidad es que en este espacio es donde yo estoy. Todavía te amo, todavía me pregunto qué te hizo rendirte, y todavía me molesta el miedo por clavar sus garras en ti y en nosotros. Todavía me estoy curando de la angustia, y siento que está tardando demasiado. Ya debería haberte olvidado. El hecho de que no lo haya hecho, me muestra el tipo de amor que te di, el tipo que abarcaba cada parte de mi vulnerabilidad al abrirte mi corazón.
Aunque me siento así, viene en oleadas, al menos no es un estado permanente. Llega a la cima en medio de la soledad y el miedo. He elegido quedarme y aparecer por mí misma en lugar de perseguir la siguiente emoción de la aventura para adormecer el dolor de la angustia. He elegido encontrar la fuerza en la paciencia. Respetándome y escuchándome a mí, a mi instinto, a nadie más.
Hay fuerza en quedarse, en echar raíces un poco más profundas, en coquetear con nuevas pasiones, en vivir en el espacio incómodo que es todo para mí. Fortaleza para sentirme más cómoda con lo que soy, lo que quiero, lo que necesito y lo que merezco en el amor. El amor en las relaciones, en el camino, en los lugares; el trabajo es alinearlos con uno mismo.
Así que sí, te extraño y todavía me permito la gracia mientras paso por el proceso de no amarte. Todavía me duele, todavía estoy incómoda, poco a poco acepto las cosas por lo que son en vez de dejarlas ir, todavía estoy en carne viva, pero también estoy aquí. Me he presentado por mí misma en medio de todo. Gracias por no haberme elegido, porque me ha acercado a mí misma -mi propia verdad- aquí dentro del ansia de viajar y la salinidad.
Artículo original de Melannie Bachman.